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UNA EXCELENTE JORNADA DE CAZA

            Un buen día de caza no amanece cuando quiera. Son muchas las jornadas en las que los cazadores tras perseguir a las piezas, la suerte no…
03 Diciembre, 2011

            Un buen día de caza no amanece cuando quiera. Son muchas las jornadas en las que los cazadores tras perseguir a las piezas, la suerte no les acompaña, y regresan a casa con el morral vacío y si al menos han disparado a alguna pieza, lo hacen con menos peso.

            Siempre se ha dicho que la suerte hay que buscarla y que quien no juega a la lotería, nunca le tocará. Es por ello por lo que los cazadores pertrechados con su atuendo deportivo y con la escopeta al hombro salen de madrugada para llegar a su punto de reunión donde organizan la batida. Con buen ánimo y entusiasmo escuchan al responsable de la cuadrilla que va informando de dónde se va a cazar. Todos los asistentes a la batida prestan atención al mapa sobre el cual el responsable de la cuadrilla explica la estrategia que se va a seguir en la jornada de caza, dónde y cómo se va a batir el monte con los perros y dónde se tienen que colocar las posturas. Seguidamente se pasa al sorteo de las posturas y cada cazador parte a ocupar la que le ha tocado cubrir. Cuando ha transcurrido un tiempo prudencial, las posturas más lejanas comunican al responsable de la batida que ya las han ocupado y que se puede iniciar la batida.               Este protocolo de caza es siempre rutinario y de obligado cumplimiento como también lo es la colocación de chalecos fosforitos en cuanto se inicia la batida para una buena localización tanto de posturas como de los batidores con el objetivo de evitar posibles accidentes.               La cuadrilla de jabalí de Azuelo y Aguilar disfrutaron el pasado día 27 de noviembre de la mejor jornada de caza que hasta ahora han tenido en muchos años. Desde la Sierra de Codés se veía una densa y fría niebla en todo el Valle del Ebro mientras ellos disfrutaban de un magnífico día de sol muy despejado y limpio de nubes. A lo largo de la mañana la ladra de los perros avisaba de que habían levantado alguna pieza, eran zorros y corzos, el jabalí se resistía a salir. El tesón y la constancia de los perreros en batir el monte, que veían un abundante rastro de cochinos y no daban con ellos, hicieron que la mañana se transformase en la mejor jornada de caza en muchos años. Los podencos levantaron la cabeza y entraron como rayos a la maleza, su peculiar ladra a “jabalí visto” hizo que los perreros diesen la voz de que por fin habían dado con los jabalíes. A partir de este momento todo fue ladras de perros, disparos y más disparos, chillidos en los agarres, cuchillos desenfundados para rematar en los agarres. Un par de horas muy densas de caza que se prolongaron hasta última hora de la tarde cuando se sacaron los jabalíes del monte para hacer el recuento de los abatidos. Uno, dos, tres….nueve, diez y once. 

            No recuerda la cuadrilla una jornada con tanta pieza abatida, la de mayor número había sido hace dos años con ocho piezas. Una jornada con la que sueña todo cazador durante las horas y horas que pasa en el puesto pensando que le va a entrar la pieza. En esta ocasión los sueños se hicieron realidad, sobre todo para quién abatió un par de piezas o para quien abatió cuatro y se quedó sin balas o para quien remató a cuchillo dos agarres. Una jornada que los cazadores de la cuadrilla de Azuelo y Aguilar nunca olvidarán, que la comentarán en múltiples ocasiones y que soñarán con ella más de una noche.