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AZUELO Y BARGOTA RECORREN LAS LLANAS

   El día 2 de julio un grupo de veintidós amigos de Bargota y Azuelo recorrieron el Parque Eólico Las Llanas de Codés. Este parque que además de…
09 Julio, 2011

   El día 2 de julio un grupo de veintidós amigos de Bargota y Azuelo recorrieron el Parque Eólico Las Llanas de Codés. Este parque que además de gran variedad y prototipos de “molinos” esconde curiosos y pintorescos rincones cada día más ocultos por la maleza que los va cubriendo y que la pericia de los cazadores de Azuelo, buenos conocedores del terreno, los descubre para asombro de quienes los visitan, como son aljibes, neveras, ermitas, despoblados, yacimientos arqueológicos…

   Iniciaron la jornada a las diez y media en el Corral de Ganuza donde degustaron unos huevos fritos con magras y tomate para luego iniciar el recorrido por el parque en dirección oeste hasta llegar a la nevera de Labraza. Tras ver y entrar en la nevera prosiguieron rumbo sur en dirección a Viana hasta llegar al yacimiento arqueológico de Longar. Desde allí se dirigieron al despoblado de Longar del que además de los restos de viviendas aún queda en pie parte del ábside de su iglesia de estilo románico. Desde aquí se trasladaron a Aras para tomar unos refrescos y continuar después por la Sierra de Azuelo, visitando el despoblado de Garañango, la ermita de Santa Gadea, aljibes, chozas de labranza y corrales de ovejas, ya en ruinas, hasta regresar de nuevo al Corral de Ganuza a las tres de la tarde para dar buena cuenta del menú que los cocineros de grupo habían preparado a base de “productos de la tierra”: ensalada de tomate y cebolla, espárragos, palomas, liebre, caracoles y jabalí. Un menú muy difícil de degustar todo él en una sola vez en cualquier restaurante y que hizo las delicias de los comensales regándolo con un buen vino de Biurko Gorri de Bargota y en el café no faltó el pacharán casero. Tras una larga y animada sobremesa los excursionistas regresaron a sus pueblos respectivos con ánimo de volver a realizar esta jornada de convivencia el próximo año en otra zona de nuestro entorno porque además de pasar una grata jornada enriquece la “memoria viva” de nuestros pueblos para poder transmitir a las nuevas generaciones la constancia de nuestro pasado en el ámbito natural, sin tener que ir a buscarlo en los libros.